jueves, 12 de agosto de 2010

Ruega por nosotras


María se casa mañana y como toda novia esta loca por la ropa que usará, el maquillaje, quien la peinará, y cómo van a llegar sus seres queridos al Civil. María contrae matrimonio con Juan, el hombre que amó toda su vida. Ella está feliz.
Ana y Mirta también se casarán mañana sólo que ellas tienen reuniones con la policia, reciben amenazas, deben soportar que los medios locales y la gente imbécil se les burle. Ana se casará con Mirta, la mujer que amó toda su vida. Ellas están felices, pero tienen miedo.
Se trata de Ana y Mirta, la primer pareja salteña en contraer matrimonio después de que fuera sancionada la ley de la igualdad, que garantiza a las parejas homosexuales los mismos derechos que gozan las heterosexuales. Luchadoras a más no poder, me cuentan que lo poco que tienen lo consiguieron mucho trabajo y dedicación, juntas integran una fundación que ayuda a las personas con VIH, y conviven hace ya varios años.
"No pensábamos que ibamos a ser las primeras, pero bueno alguien se tiene que animar a dar el primer paso", relata Mirta, mientras trabaja sin parar en su kiosko ubicado en el centro capitalino. Ellas lo ven como el primer paso para que Salta salga del closet, pero es en realidad un enorme avance para que de una vez por todas "la más linda" se convierta también "la más amigable" para toda la población de lesbianas, gays, bisexuales y trans nacida en esta tierra.
Siempre estuvieron convencidas de que iban a casarse con la ley, nunca pensaron iniciar un proceso judicial que las autorize, es por eso que una vez promulgada la reforma del Código Civil, Ana y Mirta se fueron juntas al Registro Civil a pedir fecha, firmaron unas hojas y escucharon a la empleada pública decir: "Son las primeras".
Como era de esperarse en una ciudad como la nuestra la noticia no tardó en hacerse pública, y mucho menos las voces retrógradas que otra vez se alzaban en contra del amor. Amenazas anónimas e identificadas, publicaciones en los diarios y semanarios salteños que las ridiculizaban, fanáticos de las más variadas iglesias que las maldecían con la biblia adelante para que desistan de la celebración, entre muchos otros seres intolerantes, imbéciles e ignorantes.
Ya desde aquel día en que fueron al Registro Civil se les ofreció la posibilidad de casarse en su propia casa para "evitar inconvenientes" pagando un adicional, también la policia salteña se ofreció llevarlas en un patrullero a la boda, siempre y cuando ellas estuvieran cubiertas con algo para que la gente no las reconozca; a lo que Mirta y Ana siempre respondieron: "No, toda la vida nos escondimos, ahora nos casamos como se casa cualquiera, estamos cansadas de ocultarnos".
En fin, la historia de Ana y Mirta tiene un final feliz, aunque muchos se opongan y organizen, el amor siempre triunfa, es por esto que se aprobó la ley. Salta mañana saca todos los rosarios de nuestros armarios para avanzar y ser una provincia más justa e igualitaria, pese lo que les pese a los senadores vergonzosos y a los diputados del terror que nos representan y que tanto invirtieron para que se siga perpetuando la discriminación y la homofobia.
La ley ya existe, la realidad también, el argumento de que esto sólo pasa en los países primer mundo se vino abajo, las familias homoparentales salieron a la luz, la ley no dividió a la sociedad, no afectó a nadie ¿qué más tiene que pasar para acabar con la intolerancia? Dios protégenos de tus seguidores.

Rodrigo Teves
Prensa y Difusión de ALuDiS

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